Ese hombre con casaca, que regresa
a su hogar
con un libro y con plantas, a
través de la senda
de un bosque umbroso, quiere
instaurar también él
en el mundo otro orden: el de lo
natural.
Ha jurado que nunca, ni por las
armas, va
a dejar de ser libre, que la Razón
será
otro sol en la mente tenebrosa del
hombre.
En el centro del bosque, en el
centro del mundo,
¿es el rey clamoroso de sí mismo o
tan sólo
una pieza a cazar herida por los
perros
que escriben y que mienten contra
él en las ciudades?
¿Presiente en ese aire cristalino
las nieves
de otro invierno o se entrega a la
fiebre otoñal
de la tierra en las hojas
corruptas, en las aves
que, regresando al sur le vacían
el alma?
La noche va cayendo y él prolonga
el paseo,
va silbando unas notas de Rameau,
va pensando
que jamás amarán la realidad sus
nervios,
que, como a Ovidio, siempre le
tendrán por un bárbaro
por la simple razón de que no le
comprenden.
Y quisiera dejar de ser un
solitario,
sentir seco un disparo en su sien
ya canosa,
pero se sabe parte de la
naturaleza
y en ella goza paz infinita ,
secreta,
Y es sabio al susurrar, mientras ve entre los
árboles
el humo de su hogar, las primeras
estrellas:
“¿Pero qué yugo pueden imponerle a
un hombre
que, como yo, no tiene necesidad de nada?”
"Noche más allá de la noche" (1980-1981)
No hay comentarios:
Publicar un comentario