jueves, 30 de mayo de 2013

Donde van a morir las mariposas (Vicente Barberá Albalat)

¿Sabéis dónde van a morir las mariposas?

Aquí es donde van a morir las mariposas,
donde se juntan las opacas grietas de la noche
con la absoluta piedad de los tejados
mientras los búhos enternecen sus miradas 
para reverenciar
el oscuro silencio de los muros
que tiemblan en la soledad del miedo.

Aquí podemos encontrar tú y yo
historias del Cid y mariposas,
cuentos tristes,
noches blancas de lunas llenas.

Es aquí donde ellas reposan, 
en un cementerio de cielo
junto a la catedral imaginada
de arcos apuntados por la gloria
que, erguida sobre  lomos de un gigante,
eleva su silueta por encima
de romeros, lavandas y tomillos
de sus inciertos moradores.

Es aquí 
donde moran y sueñan.

Si preguntáis por ellas
os dirán que las vieron volar
y posarse sobre los cardos de la tierra
allá abajo, en el rebelde valle,
por donde serpentea en gris la ruta
y ondean los mares de amapolas.

Inmortales en su efímera vida,
renacerán con la energía del viento
y traerán las llaves
para abrir la música de los tiempos.

Venid y las veréis
cubiertas de estrellas
en la linde del sendero.

El limonero de Homero III (2012)

jueves, 23 de mayo de 2013

45 (Pedro Salinas)

Lágrima,
no te quiero, eres de agua.
Como el rio al mar,
la fuente a la sed,
la charca a la nube,
tarde o temprano te marchas.
Alegría,
alegría, cálida y áurea,
no te quiero, eres de sol.
Y hasta el calendario cuenta
que por las tardes te llevas
a otro-¿a qué otro?-lo que
me dabas por la mañana.
Libro,
no te quiero. De papel
cárcel frustrada, ya sabes
que se te irá el prisionero.
Agua que nunca huye,
soles que no se ponen,
libros que no traicionan;
quietud, tiniebla inmóvil, tú, silencio.
Y lo de fuera, sí, sé generoso, afuera.
Mas lo de dentro-dulce secreto eterno-adentro.


Presagios (1924)

jueves, 16 de mayo de 2013

No me pregunten (Pablo Neruda)


Tengo el corazón pesado
con tantas cosas que conozco,
es como si llevara piedras
desmesuradas en un saco,
o la lluvia hubiera caído,
sin descansar, en mi memoria.

No me pregunten por aquello.
No sé de lo que están hablando.
No supe yo lo que pasó.

Los otros tampoco sabían
y así anduve de niebla en niebla
pensando que nada pasaba,
buscando frutas en las calles,
pensamientos en las praderas
y el resultado es el siguiente:
que todos tenían razón
y yo dormía mientras tanto.
Por eso agreguen a mi pecho
no sólo piedras sino sombra,
no sólo sombra sino sangre.

Así son las cosas, muchacho,
y así también no son las cosas,
porque, a pesar de todo, vivo,
y mi salud es excelente,
me crecen el alma y las uñas,
ando por las peluquerías,
voy y vengo de las fronteras,
reclamo y marco posiciones,
pero si quieren saber más
se confunden mis derroteros
y si oyen ladrar la tristeza
cerca de mi casa, es mentira:
el tiempo claro es el amor,
el tiempo perdido es el llanto.

Así, pues, de lo que recuerdo
y de lo que no tengo memoria,
de lo que sé y de lo que supe,
de lo que perdí en el camino
entre tantas cosas perdidas,
de los muertos que no me oyeron
y que tal vez quisieron verme,
mejor no me pregunten nada:
toquen aquí, sobre el chaleco,
y verán cómo me palpita
un saco de piedras oscuras.


Estravagario (1958)

jueves, 9 de mayo de 2013

XXVI (Antonio Colinas)


Ese hombre con casaca, que regresa a su hogar
con un libro y con plantas, a través de la senda
de un bosque umbroso, quiere instaurar también él
en el mundo otro orden: el de lo natural.
Ha jurado que nunca, ni por las armas, va
a dejar de ser libre, que la Razón será
otro sol en la mente tenebrosa del hombre.
En el centro del bosque, en el centro del mundo,
¿es el rey clamoroso de sí mismo o tan sólo
una pieza a cazar herida por los perros
que escriben y que mienten contra él en las ciudades?
¿Presiente en ese aire cristalino las nieves
de otro invierno o se entrega a la fiebre otoñal
de la tierra en las hojas corruptas, en las aves
que, regresando al sur le vacían el alma?
La noche va cayendo y él prolonga el paseo,
va silbando unas notas de Rameau, va pensando
que jamás amarán la realidad sus nervios,
que, como a Ovidio, siempre le tendrán por un bárbaro
por la simple razón de que no le comprenden.
Y quisiera dejar de ser un solitario,
sentir seco un disparo en su sien ya canosa,
pero se sabe parte de la naturaleza
y en ella goza paz infinita , secreta,
Y es sabio al susurrar, mientras ve entre los árboles
el humo de su hogar, las primeras estrellas:
“¿Pero qué yugo pueden imponerle a un hombre
 que, como yo, no tiene necesidad de nada?”

"Noche más allá de la noche" (1980-1981)

jueves, 2 de mayo de 2013

Ayunando (Carlos Marzal)


A veces nos conviene desasirnos,
quitarnos de la boca lo más propio.
Negarnos la apetencia nos afirma.
Perdernos al albur,
desalojarnos,
desahuciarnos de casa por un fuego
que limpie de impurezas nuestra casa.

Dejarnos ir, en ondas,
declinar de quienes somos y quienes fuimos.
A veces nos ayuda el renunciar
a nuestras certidumbres, proceder
por un afilamiento,
adelgazarnos
de nuestras ilusiones.
La templanza
de estar entre las cosas sin anhelo,
para anhelar estar entre las cosas.

A veces el vacío
en el que se diría que flotamos
es todo lo más pleno que nos colma.

Muchas veces conviene ser mendigo
de nuestra realidad,
quedar ayunos
de lo que más amamos y nos ama.
Permanecer a un lado,
mirándonos pasar,
dándonos la limosna de no darnos
más limosna que la de seguir vivos.

Conviene endurecer,
fraguar sutiles.
Y regresar al mundo, voraces,
con más ansias.

Ánima mía
 ( 2009)