Hojas de acanto y rosas,
Una vieja piedra de molino y enramadas,
El suelo tejido de una hiedra fresca.
Dejarse caer cuando la siesta insiste,
cuando la parra protege y la chicharra canta.
Mecerse con la brisa de la tarde,
con la música acorde de las moscas.
Obligarse a vivir con mansedumbre.
Ni dormir ni siquiera estar despierto.
No buscar sino amor.
Aquí, en el huerto sombrío
donde las horas son luz tamizada
y del limón aroma.
Hagamos de este lugar un territorio.
De la Antología la generación de los 80
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